La riada del Camping de Biescas

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Hace 22 años, la tarde del 7 de agosto de 1996, una terrible tormenta en el pirineo Aragones  provocó una fuerte riada que arrasó el Camping Las Nieves situado en Biescas (Huesca), en plena temporada turística. Fallecieron 87 personas y 183 resultaron heridas.

El camping estaba situado sobre el cono de deyección del Torrente de Arás. Un cono de deyección viene a ser como un canalón gigante donde se vierten las aguas que bajan de una ladera. Obviamente un sitio peligroso en caso de riada. A pesar de ello, las autoridades consintieron la construcción del camping en dicho lugar, a pesar de existir algunos informes en contra tanto de funcionarios como de algunos expertos que lo desaconsejaban por completo. Por aquel barranco se precipitaron aquella tarde entre 200 y 500 metros cúbicos de agua por segundo.

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La riada apenas duró unos minutos, pero asoló el cámping en su totalidad, arrastrando caravanas, vehículos y tiendas. Tan sólo los servicios y el centro social quedaron en pie. Arboles y postes del tendido eléctrico fueron arrancados de cuajo dejando un desolador panorama.

La tragedia se agravó muchísimo al arrastrar el agua más de 40 presas situadas en el cono de deyección, las cuales no fueron suficientes para contener el agua, arrastrando una gran cantidad de sedimentos (más de 120.000 toneladas, una barbaridad). Una vez más la naturaleza pudo con el hombre.

 

Luis Estaún, que fue Alcalde de Biescas durante aquella tragedia manifestó:

“Aquello fue la destrucción absoluta, la devastación total, parecía una zona de guerra, Aquello es imposible de olvidar. Fue una tormenta tremenda, inusual. Nada más llegar al camping ‘Las Nieves’ me topé de lleno con el desastre: gente deambulando sin rumbo, desorientada, personas a las que la riada las había desnudado y trataban de reponerse de la avalancha…».

En apenas 40 minutos el agua arrasó por completo uno de los mejores campings de los pirineos.

Como en cualquier tragedia de grandes dimensiones, las instalaciones sanitarias de Biescas se quedaron pequeñas ante tantas personas necesitadas de asistencia (hubo 183 heridos). Para empeorarlo todo las evacuaciones fueron muy difíciles ya que la riada había afectado a la carretera nacional que comunica con Biescas.

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La solidaridad de los vecinos que abrieron sus casas a los afectados mitigó en parte la gran magnitud de la tragedia.  La presencia de numerosos habitantes de Biescas evitó el colapso, ante la descoordinación existente. Incluso fueron algunos de los vecinos los que avisaron a las familias después de que recuperara el disco duro del ordenador del camping donde estaban registrados todos los campistas. Ante la presencia de gente de varias nacionalidades se solicitaron sacerdotes que hablasen, ingles, frances o portugués y las embajadas de Alemania, Austria, Dinamarca, Grecia y Portugal pidieron referencias sobre la tragedia a la Oficina de Información Diplomática

Pero no solo hubo actos de solidaridad con las víctimas, sino también intentos de pillaje por los que fueron detenidas varias personas tras robar en vehículos y caravanas, aprovechándose del desconcierto inicial.

Las tareas de recuperación de cadáveres se prolongaron durante varias semanas. El último, el cadáver de un niño que habría sido dado por desaparecido, apareció un año después.

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Era el segundo veraneo familiar en el camping «Las Nieves» de Oriol Espinosa de 19 años y uno de los supervivientes. Estaba con sus padres, su hermano, un tío y un sobrino. Perdió a su madre. Recuerda que no hubo tiempo de reacción:

«La riada creció de forma devastadora en cuestión de segundos. Nos arrastró con una fuerza tremenda y llegó a mover rocas de decenas de toneladas. Por entonces era nadador profesional y eso me ayudó. Supe apartarme del cauce y logré agarrarme a un árbol», recuerda. «Una tragedia así te deja una doble experiencia: la emocional, la dramática pérdida de un ser querido; y la vital, porque te cambia el modo de ver las cosas, de encarar la vida».

José Antonio Navas fue un vecino de Biescas que acudió a auxiliar a las victimas. Sacó dos cadáveres. «El camping estaba arrasado por completo, como si hubiera reventado un embalse. Había supervivientes a los que la riada les había arrastrado cuatro kilómetros. Siempre ha habido tormentas fuertes, pero una de esa envergadura jamás la he visto, fue bestial y provocó una riada de un poder devastador increíble».

En 2005 la Audiencia Nacional concluyó que la tragedia podía haberse evitado. Libró de toda culpa al propietario del camping y al Ayuntamiento, condenando al Gobierno aragonés y la Confederación Hidrográfica del Ebro (Organismo dependiente del estado) como responsables de garantizar la seguridad. Se les condenó a indemnizar a las familias de las victimas con más de 11 millones de Euros.

Como en el caso de la tragedia del Camping los Alfaques de Cataluña (mayor en número de fallecidos) de la que hablamos hace tiempo en el blog, la tragédia podría haber sido mucho mayor si no se hubiese evacuado poco antes un campamento infantil con más de 200 niños en una zona cercana al Camping.

Biescas celebrará hoy domingo 7 de Agosto un homenaje a los campistas fallecidos en la tragedia, en el que se inaugurará un memorial que recordará a las víctimas.

Descansen en paz.

 

 

  1. salcofa

    Puede que uno de mis recelos subconscientes al respecto de los camping fue esa tragedia. Recuerdo que la viví bastante en primera persona como para hacerme una idea de lo que sucedió allí. Esa misma tarde acababa de salir del campamento de Juniors MD en el que estaba mi hermano, no quedaba muy lejos de allí. Salimos en coche y al rato empezó a llover por la carretera, una tormenta de verano más como tantas que se desencadenan los veranos pirenaicos, pero no, aquello era mucho más fuerte. Recuerdo conducir ya por la autovía sin poder ver nada, con el agua llegando a las puertas del coche y el asfalto totalmente inundado. Llegué como pude a una área de servicio y allí esperamos a que amainara. Tardó. No fue hasta el día después cuando nos enteramos de lo que había sucedido hasta que no nos dimos cuenta de la que habíamos pasado, tardamos en contactar con mi hermano porque los benditos inventos llamados móviles no estaban tan al día. No respiré hasta que nos enteramos que no habían sufrido más que una inundación en una parte del campamento pero que habían pasado la noche en el deificio del comedor. Tuvimos mucha suerte ese día. Esa frase me martilleó mucho tiempo.
    Un saludo